Lo prometido es deuda.

Como anuncié en el post anterior, he realizado alguna variación de ''Absurda cafeína'', mi historia base. No son tan ingeniosas como las de Queneau pero espero que os gusten.


Infantil
Eran dos bichos verdes, desnudos y feos tomando eso que bebe mamá por las mañanas y hablando muy rápido como hacen los mayores.
Decían que costaba mucho dinero ir a las estrellas y comer miel de la luna.
Estaban todos en la cabeza de un señor calvo que echaba gasolina a su coche.


Literaria
Había una vez en un remoto lugar que por el momento no desvelaremos dos marcianos enfrascados en una conversación frente a una taza de café. Era el precio del transporte aquello que les mantenía tan acalorados recordando las grandes sumas que habían invertido en viajes y ocio. Pero lo más curioso de la historia no era la cara diversión marciana, sino aquel lugar remoto que citamos al comienzo; un cerebro despistado y preocupado por la crisis en alguna remota gasolinera que por el momento no desvelaremos.


Detallista
El elegante y refinado señor marciano uno se disponía al lado del amplio y lumínico ventanal y frente a él se encontraba el feo y desaliñado señor marciano dos. Entre ambos, un par de de tazas coloridas repletas de un café aromático como pocos habían probado y aun humeante. Se trataba del Vips, el sitio favorito del señor marciano uno, que acudía semanalmente a su taciturna cita dominical.
El tema a tratar, algo más profundo de lo que resultaba lo habitual, era el precio de los desplazamientos tanto a nivel planetario como externo.
Ambos, a medida que su cuerpo iba adaptándose perfectamente a cada arruga de aquel mullido sillón rojo iban rememorando sus viajes y situaciones, quejándose –cada vez que encontraban la ocasión- del desorbitado precio (y nunca mejor dicho) del transporte.
Entonces una ronca y sonora voz se hizo eco en el relato como si de una voz de ultratumba se tratase. Era una voz de hombre joven que requería a otro varón insistentemente demandando cuanta cantidad debía poner.
Gasolina, eso era justo de lo que hablaba, de ese líquido de olor penetrante.
El dueño del flamante vehículo estacionado en aquella gasolinera de carretera salió de su inopia extraterrestre para resolver la pregunta, quería el depósito hasta el tope.
Eso y ponerle tope a su imaginación y a su preocupación por la crisis y el aumento incesante del crudo en los últimos meses.


¡Feliz tarde de nieve!
Sofía.



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